La rutina y la chistorra han llevado a Mauricio a perder cosas que daba por supuesto. En un acto de incongruente desesperación, acude al carromato de una adivina de feria para intentar atar los cabos sueltos que se ha ido dejando por el camino. Con la ayuda de su bola de cristal, la adivina le muestra una realidad diferente.
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