La taza nace como expresión de la falta de etiquetas fijas, de una identidad sólida e inamovible.
Basada en las ideas budistas de que el ser está confeccionado por muchos hilos distintos, por muchas capas, como las que tiene una cebolla, y que en último lugar, cuando se pela completamente, está hueca.
Y este vacío es liberador, porque no nos encadena.
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