Si tuviera que elegir una película para algunos momentos de la vida de mi padre, Cinema Paradiso sería una de ellas. Esos momentos de su infancia marcaron muchas imágenes en mi pensamiento, algunas de ellas ya están escritas en forma de historia. Mi padre trabajó cuando era niño llevando los carretes de las películas de algunos cines de verano y en alguna ocasión hacía la labor de proyeccionista. Nunca me cansaré de escuchar sus historias.
Mi amigo Edu me infundió su amor por el cine clásico. Ha significado y significa mucho para mí. Muchas horas hablando de cine y visionando en su casa películas que fueron el inicio de una gran aventura. Escucharle motiva y enriquece los sentidos. Su forma de explorar el cine es profunda y apasionada, y creo que gran parte de culpa la tiene su vocación por la pintura (sus cuadros te hacen llorar de la emoción) y otras facetas artísticas que, en conjunto, hacen que esa indagación por el séptimo arte sea mucho más interesante. Su curiosidad y su voracidad por seguir aprendiendo le hacen merecedor del calificativo “genio”.
Pero hay más personas que me hicieron volar con mi imaginación, mi amiga Mariés tiene un don innato en muchas facetas, pero su música me hacía y me hace seguir soñando.
Bécquer, Irving, Poe, Maupassant, Wells, Ewers… entro otros, fueron los primeros causantes de mi interés desmesurado por el género de terror.
Las primeras películas que mi padre me dejó ver fueron La oscura noche del espantapájaros de Frank de Felitta y Poltergeist de Steven Spielberg. Hacer cine de terror es un reto para mí, pero la vida está para eso. Debe ser un continuo aprendizaje. Y aquí estoy, embarcada en esta aventura de misterio y suspense que no sé hacia dónde me llevará, pero es el camino que escogí: vivir en primera persona una historia de intriga y un camino lleno de enigmas.
Porque no sabías que te gustaban tanto los cortos… Hasta ahora