Una tienda 24 horas, una noche cualquiera. Un ruido sobresalta a Eva, la cajera. Un cliente, Silvestre, se ha desplomado, rodeado de envoltorios de pastelillos y Eva llama a una ambulancia.
La noche siguiente Silvestre vuelve a la tienda a explicarse: no estaba inconsciente, estaba dormido. Silvestre padece una enfermedad rara, el síndrome de Kleine‐Levin, que le provoca accesos repentinos de sueño de los que despierta con una necesidad compulsiva de comer y un deseo sexual incontrolable.
Con lo que no contaba Silvestre era con añadir una nueva complicación a su vida: enamorarse instantáneamente de Eva.
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