Mobiliario urbano es, básicamente, y sin ánimo de resultar pedante, un poema visual.
El concepto es simple; personas de diferentes edades, razas, culturas, recursos, etc. ocupan un sofá de dos plazas que se halla completamente descontextualizado. Siempre en el exterior. Nunca bajo un techo. Son treinta espacios distintos, con diferentes ocupantes. El sofá representa el ultimo elemento vinculante a un hogar, al que se aferran los afectados por un desahucio. La tabla sobre la que flotan en el océano de la indiferencia.
Las imágenes se suceden como bellas estampas que reflejan un desastre.
Desde esa posición, los protagonistas miran fijamente a cámara, como si esta fuese los ojos de los que no quieren ver, o de los que aun viendo, no pueden más que constatar su propia impotencia.
Abrigando las imágenes y unificando el sentimiento de los afectados, una voz en off declama un poema.
Mobiliario urbano no pretende ser un panfleto político. Tan solo queremos mostrar nuestro apoyo a los damnificados por el infortunio. Y contribuir a visibilizar lo invisible. Es difícil ver el problema cuando es ajeno. Es entonces cuando el problema y sus protagonistas pasan a convertirse en mobiliario urbano.
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