Una empleada doméstica boliviana intenta cumplir los últimos deseos de su señora. El día del funeral de Ángela Vidal, Rosana, 40, la criada Boliviana que trabaja para la familia Vidal, se levanta temprano para planchar trajes negros y preparar la casa para los invitados. Pero ese día las tareas domésticas no son tan fáciles para Rosana como de costumbre. Debajo de sus gestos rutinarios, la criada de los Vidal oculta su propio duelo intimo por la muerte de la mujer a la que cuidó día tras día durante cinco años. Rosana pide permiso para asistir al funeral de Ángela, pero Julia, la hija mayor, le pide que se quede a cocinar para la familia. La negativa de Julia supone una pequeña traición para Rosana, que se va a vengar más tarde de su nueva jefa llevando a su hija pequeña a la habitación prohibida para los niños, donde descansa el cuerpo de Ángela, para despedirse por última vez. Después de preparar su última comida para la familia y empaquetar los dos únicos objetos que le recuerdan a Ángela, Rosana deja su trabajo y la familia para siempre rumbo a Roma, la ciudad con la que ella y Ángela soñaban en las tardes solitarias en las que se hacían mutua compañía.